En los últimos días se agudizaron las tensiones cambiarias y se acumulan las presiones para una devaluación que, de ocurrir, tendría un impacto directo en el poder adquisitivo.
En este marco, el acuerdo con el FMI condiciona el margen de maniobra de las políticas económicas.
La situación actual se suma al pobre desempeño del salario real y la distribución del ingreso desde la pandemia. En 2022, la economía se expandió superando los niveles de actividad previos a la pandemia, mientras que la pobreza se mantuvo 2,4 puntos porcentuales por encima de 2019.
Las dificultades para mejorar las condiciones de vida están asociadas a un regresiva distribución del ingreso que se caracteriza por una elevada participación de las ganancias (excedente de explotación bruto, EEB) en el ingreso nacional (en torno al 52%).
El magro desempeño de la masa salarial se explica por la dinámica del empleo y el salario. El primero creció pero en puestos mal remunerados (los informales y por cuenta propia). Por su parte, el salario real promedio se mantuvo constante con heterogeneidades al interior de los asalariados (en particular, una caída de aproximadamente 8% en los no registrados): este proceso da lugar a la figura de asalariados pobres.
Las perspectivas de crecimiento económico no son alentadoras para el presente año. Si el gobierno no logra controlar el frente externo y la inflación, la situación social tenderá a deteriorarse.
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